Buffet emocional

Hoy es de esos días que ando con corazón de pollo, no sé de dónde salió esa expresión pero es la manera menos dramática de explicar cómo me siento. Yo le digo hasta a las paredes que las amo, le hablo a mi planta Martha con cariño y me acaricio las cicatrices de las rodillas antes de vestirme. No soy igual de amorosa e intensa en mis interacciones con el humano promedio. Aunque en España me digan ‘‘romántica’’ semanalmente, mi relación más romántica ha sido con el café. Le escribo poemas a cada taza que me tomo, y hasta le hice un hashtag #coffuelled… amor de millennial, pero amor.

La tristeza no es territorio nuevo para mi, me sé el camino de memoria y con los ojos cerrados. Cada vez que llego es como si tuviera que hacer que la vuelta valga la pena y quedarme más tiempo. El problema es que es tramposa, muy triste pero es coqueta. La tristeza duele pero abraza, te lastima pero te acaricia y ahí te quieres quedar, aunque duela. Luego te da material, es gasolina para acordarte de todos los momentos en los que te haz sentido así, te hace una película recopilándolos y te hace creer que tu vida ha sido una serie de ‘‘teenage angst’’… pero que rico es chillear en el sofá de la tristeza.

Yo no sé si son los astros, los planetas, las hormonas o la química en mi cerebro pero hoy he estado triste, feliz, estática, drenada, relajada, alterada, satisfecha, había buffet de emociones y yo me serví de todas.

Empezé a escribir desde la mañana para desmenusar lo que sentía, lloré de liberación un rato. Le marqué a mi abuelo por facetime, lloré de risa durante la llamada, lloré cuando colgamos porque lo extraño. Medité 20 minutos y me quedé dormida, me levanté renovada y relajada. Hablé con 3 personas que adoro y que vienen esta semana a Madrid y tengo el corazón hinchado de emoción por verlos. Me abrí con dos personas sobre algo que necesitaba sacar, lloré de agradecimiento por tenerlas y de liberación por sacarlo.

La manera de sentir no cambia, sigo siendo esa puberta con las emociones agudizadas, a la que se le pone la piel chinita en la feria del libro porque hojea letras en las que se reconoce. La manera de procesar lo que siento, por otro lado, es totalmente otra. Yo no controlo lo que siento, pero si como lo controlo, y he aprendido que la única manera de que se vaya la tristeza, es dejarla pasar. Así que venga la tristeza, que se siente, que nos cuente qué la hizo venir y cómo necesita ser atendida para así darla por servida. Las emociones no son plaga, son paseo, y si no las sentimos, se sientan para quedarse. Así que saca pluma y papel y escribe para entenderte y no subestimes el valor de la confianza que se crea cuando eres vulnerable con gente que quieres y que te quiere. Hay bajones, pero de ahí solo queda subir.

-María Andrea G