Receta: seguir la receta.

Hoy hace cuatro años me salí de la universidad. Me salió en instagram memories la foto que subí afuera del edificio, con papeles en mano y una sonrisa apretada. No me atrevía a sonreír del todo porque me daba pena lo feliz que estaba y sabía lo enojados que iban a estar mis papás.

Entrar a la universidad fue la peor época de mi vida. No sabía qué hacía ahí. Entré porque tengo unos papás que me adoran y me querían dar lo que creían que era lo mejor para mi. No sabía lo que quería pero si sabía lo que no quería y era estar sentada en un salón escuchando materias de relleno, muriéndome de la culpa del dinero y el tiempo que se estaba gastando.

Mi vida social estaba a tope y mi feed de instagram más. Ese instagram ya no existe pero era un catálogo de fotos mias viajando, con outfits escogidos previamente (si, era de esas) y sonrisota en la cara y una caption chistosa. Siempre tenía planes ‘’cool’’ pero lo que pasaba entre planes era todo menos cool. Sufría con el tema de la comida, leía obsesivamente sobre fitness y aunque comía sano y me veía sana, estaba mal. Escondía toda mi confusión portándome alegre y a veces mega cocky, sigue siendo parte de mi personalidad pero ahí era tan insegura que mi ego era mi mejor amigo resultando en una actitud arrogante.

Fuego, fuego y luego ceniza.

Dejé de salir, dejé de hacer ejercicio, me dormía en todas las clases y en mi carro en las libres. Estaba en pausa, en mute, me acostaba en el sillón del cuarto de la tele a dejar de pensar.

Un día pedí ayuda, fui con un psiquiatra especialista en ‘’psicología positiva’’, yo ya sabía de estos temas pero no los aplicaba. Llegué y me solté hablando y llorando como si se pudiera dejar en ese consultorio todo el dolor que sentía. El Doctor me cortó el hilo, me hizo preguntas en seco que cortaron los dramas de manera casi instantánea. Parecía que tenía un desbalance químico y que de ahí venía ese ‘’numbness’’ insoportable que sentía. Me recetó antidepresivos y me dio un papel con la receta médica y agregó:

-Hacer lista de cualidades

-Meditar 20 minutos al día

-Hacer 30 minutos de ejercicio diario

-Agradecer 3 cosas todos los días

-Comer bien

Me acuerdo que leí ‘’meditar y agradecer’’ y dije ‘’este hippie’’ pero la idea de tomar pastillas tampoco me gustaba nada. Aguanté 3 semanas, salió mal y regresé a leer esa lista.

  • Empecé a ir al gimnasio diario a las 6 am con mi papá. El quality time con el + despertarme temprano y que lo primero que hiciera fuera algo que me diera para arriba, se convirtió en la base del cambio.

  • Empecé a meterme al sauna después de mi rutina y como no había nadie a esa hora, esos 20 minutos sola y en silencio, naturalmente se convirtieron en meditación. Cuando me di cuenta, lo seguí haciendo y en ese sauna visualizaba lo que quería para mi vida.

  • Luego me bañaba con agua helada, que está comprobado que ayuda a quitar la depresión, mejora la circulación de la sangre y ayuda a resetearnos.

  • Llegando a mi casa desayunaba algo sano y luego me sentaba en la sala con un té y un chocolate a leer por media hora. Estaba leyendo ‘’Pain’’ de Yehuda Berg y aprendiendo sobre el ego y lo que era la espiritualidad. Seguí leyendo.

  • Después iba a clases y seguía sin poner atención, hacía mi lista de gratitud y luego me pasaba a Pinterest y tumblr a ver recetas y leer quotes.

  • Llegaba en las tardes a mi casa a cocinar y tomaba fotos de lo que hacía y lo subía a instagram. La gente me preguntaba de lo que subía y mis conversaciones se convirtieron en hablar de cosas que genuinamente me hacían feliz en vez de sentir un vacío por enseñar algo que no sentía.

Y fue así como poquito a poquito una cosa me llevó a otra y esa época me hizo reconectar con mi creatividad y sanar por medio de ella. Crear es darle vida a lo que tu alma quiere. Por más cursi que suene, para crear se necesita hacer el ego a un lado y ahí es dónde se experimenta la sanación y reconexión con uno mismo.

La clave fue pasar de la teoría a la acción.

Sentir de verdad cada agradecimiento que escribía. Poner en práctica lo que leía en mis libros. Cocinar las recetas que guardaba. Y compartir lo que creaba me daba un boost y me motivaba a seguir.

Gracias a esta época descubrí cuánto me gustaba cocinar y el bien que me hacía. Fue lo que terminó guiándome a estudiarlo formalmente como carrera (que ni sabía que existía en ese entonces). Y ha sido de las mejores experiencias de mi vida y me consta que es dónde tenía que estar y gran parte de a lo que me quiero dedicar.

Mitad se lo debo a esa lista, mitad me lo agradezco a mi por haberla seguido. Pero aprendí que no se tiene que cambiar todo un día para otro. Que los cambios chicos son acumulativos y terminan creando cosas grandes. Y que hay mil maneras de crear claridad aunque no puedas cambiar el caos. Que no importa que toques fondo, siempre hay un camino de regreso. Que la teoría solo cuenta si la aplicas. Que agradecer es la herramienta más noble, más fuerte y más accesible que hay. Y que la vida está de tu lado, pero tienes que estar tu de tu lado también.

-MARGUGA

 

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